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¿Siempre nos quedará París?

Lo necesitaba; y lo he hecho. Algo dentro de mí me lleva llamando años a acercarme a esa aldea para visitar a una Señora con mil apodos, pero que no es más que una, incomparable, inconfundible.

A veces, lo hago a la ida, en la primera o de las primeras veces que voy a esa playa que tantos recuerdos me trae. Aprovecho para mostrarle a la Señora mi agradecimiento por  volver a poder estar ante ella, con todo un verano por delante, tras un largo invierno detrás.

Otras, lo hago expresamente, para dejarme llevar por esa brisita que allí corre, cuando se aproxima la caída del sol, en ese momento de “las dos luces”, aprovechando para pasearme por ese paseo junto a la marisma; por los olores, los graznidos, el chillerío de los niños que esperan a que su papi o su mami regrese de ver a esa Paloma que dicen que hay allí dentro metida, en ese templo cuya puerta parece la concha de una vieir

También lo hago terminando el verano, en plan melancólico, como el que va allí para comprobar que todo sigue igual, con la esperanza de que el año que viene volverá, para darse, de nuevo, un paseíto por esas calles arenosas, aparcando justo después de acongojarse pensando que el coche ha encallado y (mecachis), quizá tenga que hacer allí noche…

Total, que mi verano no se entiende sin esa aldea.

Pero no sólo es el verano.

Un año, teniendo veinte años o cosa así, con mi amigo Alberto, fuimos también a  ver el momento álgido de la aldea. Nos fuimos a uno de sus estudios en MTLSKÑS y, en plan friki seguro que para mucha gente, pero a nuestra bola y felices, nos acostamos cada uno en una de esas camas desplegables desde la pared y, con el Canal Sur encendido, esperando ver el famoso salto, nos pusimos a rajar, mientras sopesábamos qué momento sería el más propicio para tirar para la aldea… Nos quedamos dormidos… La suerte que tuvimos fue que, a pesar de todo, la Señora seguía de paseo por la aldea cuando llegamos, aún al alba: fue una experiencia maravillosa que se me ha quedado grabada.

Otros muchos años, mis padres me han aproximado bastante a esa aldea, de forma esporádica, y siempre, siempre, profesándole mucho respeto a todo lo que a ella rodeaba y su vínculo con la ciudad a la que pertenece la Hermandad Matriz. Creo que es a ellos a quien debo (y agradezco) esta, no se si podría llamar del todo, devoción… La verdad es que, si no es por ellos, nunca habría en mi coche ni en el de todos de los que me acuerdo dársela, ni por supuesto en el de todos mis allegados, una medalla de la Señora, con el cordón de la Hermandad de Jerez de la Frontera (de donde mis raíces son).

Otros años, aprovechando la proximidad a mi casa, he ido a ver la misa antes de emprender el Camino, de la Hermandad de La Macarena, y me he tenido que contener el llanto de emoción, por el sentimiento y la energía que se irradia desde todos y cada uno…

Otros cuantos, he ido a ver volver a mis vecinos de barrio por Parras, por Feria, fijándome en el semblante de sus caras, mezclando cansancio por lo duro de lo que se termina, y alegría y regocijo de quien es recibido en su casa por la puerta grande, emocionados y emocionando, con los últimos cantes en sus gargantas y palmas en sus manos…

Pero este año he continuado mi acecamiento: he ido a ver una misa de romeros, en medio de ninguna parte, entre Hinojos y Villamanrique, en la Finca Las Tenazas. Fui solo, callado, con los ojos y los poros muy abiertos, con los 6 sentidos híper receptivos. Y recibieron, sí… Alegría a raudales (carriola La Perla Negra), recogimiento (todos, en ese momento maravilloso de la misa, de tanta plasticidad y hermosura, en mitad de la noche; con ese Simpecao iluminado, de lo que dejo aquí una foto), perseverancia (entre muchos, de la morena sin nombre que me indicó en mi barrio aquel lugar exacto y que, cuando me vió, allí, me dijo “¡has venido!”, dejándome perplejo), familiaridad, hermandad, sencillez, …

Cada vez estoy más cerca de unir todos esos pedacitos y empalmarlos, y que se conviertan en un todo: HACER EL CAMINO, ir y venir, desde dentro.

Aunque ya lo he hecho con el pensamiento, que casi ya me vale, tengo que hacerlo físicamente, para poder quitar de una vez el casi.

Como París, pero infinitamente mejor que París… siempre nos quedará El Rocío.

Ya llegará el momento… El momento físico…

En fin, Las Cosas…

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