Vistas de página en total

Calle Bécquer

Ahí va, empujada por la que creo que es su madre.

No sé si habré escrito aquí de ella, alguna otra vez; no me extrañaría.

La de sentimientos que remueve en mí esta chica, cada vez que me cruzo con ella, explican mi necesidad de desahogarme de este modo.

Por un lado siento pena, rabia, indignación, vacío, ... Tener más o menos mi edad y verte condenado a esa silla de ruedas, de por vida, no sólo por no poder andar, sino que también por no poder usar tus extremidades superiores con destreza, es penoso. Rabia me entra cuando la veo sola con su madre, en Los Perdigones o La Alameda, sin nadie más... Nunca. Me indigno cuando, como ahora, la ignorancia de los incívicos la dejan sin poder ir por las aceras, entrar en sitios, montarse en cosas, ... Y vacío, mucho vacío, cuando me pregunto cuál será su grado de amor por la vida.

Por otro, siento pena, rabia, indignación, vacío, ... Tener más o menos su edad y no verme liberado de niguna silla de ruedas, por ahora, no sólo pudiendo andar, sino que también pudiendo usar mis extremidades superiores con destreza, me hace preguntarme si las disfruto al máximo y he sacado y saco todo el jugo de ese tesoro. Rabia me entra cuando me gustaría charlar con ella, para acompañarnos, y no lo hago, por vergüenza o porque no piense que me acerco por caridad. Me indigno cuando, como ahora, la ignorancia de los incívicos la dejan sin poder ir por las aceras, entrar en sitios, montarse en cosas, ... Y vacío, mucho vacío, cuando me pregunto cuál de los dos, entre ella y yo, será más completo...

Qué más da, ¿verdad?

No hay tiempo para otorgar a casi nada...

En fin, Las Cosas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario