Mayores

Cada vez que iba al gimnasio, desde hacía ya un mes, jugábamos de cuando en cuando a ese juego infantil y absurdo.

Siempre, la misma mecánica.

Él (bueno, o ella; cualquiera sabe), sin cortarse un pelo, pues, después, seguía, a los ojos de todos los restantes usuarios del vestuario masculino, silbando con mucho entusiasmo, tarareaba, con su dulce y rayante silbido, la melodía de siempre: "Robarte un beso", de Carlos Vives y Sebastián Yatra.

Como siempre, a la hora de la ducha, tras mi sesión de deporte, comprobaba que, al menos, 7 u 8 de las 10 o 12 duchas, ya todas cerradas, estuvieran ocupadas.

Tras meterme, esperaba la señal del "ladrón de besos".

Si andaba por allí y se dejaba ir, silbaba su melodía estrella, decenas de veces, intercalando pequeñas pausas entre una y otra.

Y yo le respondía con la siguiente estrofa de la canción.

Como un "¡Hola, gol norte!", "¡Hola, gol sur!".

Carlos y Sebastián nos unían, sin rostro, en las duchas y los vestuarios.

Todo muy infantil, sí.

Hasta aquel domingo a última hora de la mañana.

El ladrón de besos había cambiado de melodía.

Se oía más lejos, parecía que estaba al fondo de los vestuarios.

Yo, en mi ducha, con regocijo, intentaba, en plan "Shazam", descubrir la canción novedosa.

La pillé: "Mayores", de Becky G y Bad Bunny.

Bajo el chorro caliente de la ducha, esperé a la siguiente estrofa.

Le seguí.

Me respondió.

Volvió a "cantar".

Respondí.

Silencio.

Me asomé y no había ninguna ducha cerrada ni nadie en el vestuario masculino.

Entre sonrisas, volví a lo mío: tocaba enjuagarse bien.

Bien, bien.

Volvió a sonar "Mayores".

Le seguí y me respondió.

De pronto, más puertas de las justamente necesarias entre la de mi ducha y la puerta del gimnasio crujieron.

Volvió a sonar "Mayores".

No hizo falta que respondiera.

Hubo un desate máximo.

Mientras miraba al techo, crujió la puerta de mi ducha.

Quedaban 20 minutos para cerrar.

20 minutos de arduo y duro trabajo.

Durísimo.

En fin, las Cosas...