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Antique

No sabe uno nada de lo que te deparará el futuro.
Puedes estar muy cómodo con cualquier situación y, de golpe y porrazo, un giro inesperado puede dar al traste con tu vida, alterándola, complicándola.
O al revés, estar sumido en un entorno hostil, desapacible, desde hace años, y que la providencia ponga ante tí una escapatoria, una puerta, hacia algo nuevo y maravilloso.
Nadie sabe.
Veo el título de este post, que fue lo único que escribí de él, allá por Navidad de 2018, y me río de mí mismo.
Quería escribir del paradigma del Antique y de mi vuelta, fortuita aún ansiada, a él, estás fiestas.
Me explico.
Para mí, el Antique, discoteca sevillana ubicada en la Isla de la Cartuja, representa, mental e inconscientemente, esa parte necesaria, no pocas veces recordada con melancolía, del descontrol y la locura fiestera de los que nacimos en los 70~80.
Esos que ya peinamos canas y, alegremente, con suerte, hemos logrado labrarnos una vida medianamente estable, con más o menos comodidades y muuuuuuuchas responsabilidades precisas para mantenerlas.
Esos que ya casi no vemos el Antique ni en pintura.
Irse... Al... Antique... WoW...
Pues sí, fuí, tras una amenísima cena con unos queridos amigos que hace pocos años han llegado a mi vida y con los que puedo decir que me siento súper agusto, me divierto, me río, me preocupo, comparto, ...
Amigos, vaya.
Y acabamos en Antique...
En el paradigma...
Disfruté como un enano toda la noche, con ellos y mi mujer, desde que dejé a mis niñas con mis suegros (gracias), cenamos sin parar de reír y cerramos el restaurante, entre sorbos de champán y ricuras, y hasta que me acosté, muerto.
Jaja, la edad no perdona.
Y me río de mí mismo, por no llorar, pues ahora estoy encadenando la tercera semana de baja laboral tras diagnostcárseme, por fin, un edema óseo en el tobillo izquierdo, situación la cuál me está trayendo por la calle de la amargura, a pesar del apoyo de mi familia, amigos y empresa.
¿Quién me iba a decir a mi esto cuando estaba pidiendo la ronda en el Antique?
¿Quién?
Negro que estoy ahora, preocupado, intentando que mi ausencia sea lo menos perjudicial posible en todas las facetas a las que está puta lesión está salpicando (padre, marido, trabajador, ... Persona).
Negro.
¿Y por qué me río de mí mismo?
Por lo minúsculo del giro, en realidad.
Hoy, lunes ya, cuando no puedo dormir y me espera, mañana, el vigésimo día natural de baja laboral, bicheo mi Blogspot y rememoro mis intenciones al titular Antique al post que iba a escribir, en tono de desvergüenza y recuerdos ochenteros... ¡Recuerdo que incluso iba adjuntar el tiquet del TPV de la ronda que pagué en el Antique, a modo de prueba/trofeo!
Pues eso, sí.
Minúsculo giro.
Minúsculo y, por ello, debo de centrarme en darle su justa importancia.
Sí, miro hacia atrás y ahora cojeo, estoy enfadado con mi tobillo, con mi situación... Recuerdo con añoranza mi movilidad... Pero no dudo que la recobraré.
Más pronto que tarde... Y en ello empleado estoy. A fondo.
Pero el giro es minúsculo.
Y nada más  pensar en lo minúsculo del giro, se me vienen a la cabeza dos personas.
Una, una buena amiga a la que una noche de Feria de Sevilla, a su padre, casi se lo lleva una embolia/ictus/¿? brutal.
VIDA CAMBIADA.
Otra, el panadero de Pilas, a quien le tocaron 121 M€, libres de impuestos.
VIDA CAMBIADA.
Sucesos estremecedores, en sentidos opuestos, se cernieron sobre ellos.
¿Me puedo quejar?
¿Cambios bruscos?
...
Por Dios.
Mejor me callo.
Gracias a LA VIDA.
En fin, Las Cosas...

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