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N U B A R R O N E S


Vaya, vaya.

Hacía tiempo que no venía por este sitio, tanto que ya ni me acuerdo con facilidad de cómo se miraban las entradas, las lecturas, los seguidores, ... Esas cosas curiosas que uno bicheaba de vez en cuándo para saber si había pasado de ser insignificantísimo a insignificante.

Ha sido un largo tiempo, ahora vuelvo pues voy a ver de cuándo era mi último post y de qué iba, más o menos.

Ya, iba del poco margen para regalar y del consumismo pasado de rosca que nos rodea. Pero lo crucial es la fecha... Inicios de diciembre de 2021.

Por esa fecha empezó todo.

Desde esos momentos mi vida está teniendo unos nubarrones encima de lo personal y lo laboral.

Todo está enlazado, cierto es.

Personalmente, entré en un estado de inseguridad, obsesión y depresión que pudieron conmigo e hicieron que, a partir de mediados de enero cayese en una baja laboral que tuvo una clarita, si no recuerdo mal ahora (...) por abril/mayo, pero tras la que volví a recaer.

Ese estado del que hablaba se fraguó en un caldo de cultivo muy, muy desagradable que tuve que intentar soportar como todo trabajador y que, a diferencia de mis compañeros, no supe sostener. No quiero dedicarle más líneas a mi trabajo. Es todo.

Me prescribieron aislamiento total del trabajo (teléfono, portátil, ...).

Cuando ya me sentía capaz de enfrentarme al trabajo, de nuevo, tuve la mala suerte de tener un accidente de moto, de esas que se alquilan, en la Avenida de Torneo, en Sevilla. A la altura de las Salesianas de San Vicente, aproximadamente. Las señalizaciones de una obra en el carril accesorio sentido Macarena y un girito malamente corregido por mi parte, me hicieron caer del lado izquierdo, dando como resultado una fractura de húmero en varias partes, además de su giro y su empotramiento en los huesos cercanos. Y un corte en el dedo 1 ("gordo") del pie en forma de boca de tortuga (denle rienda suelta a la imaginación... Pues eso).

Todo fue muy abrupto: el dedo me lo cosieron en el Virgen del Rocío, siendo objeto de la curiosidad de bastantes profesionales y MIRes que estaban por allí, pues estaban todos flipando porque no se hubiese perdido el pie ni hubiese llegado el corte al hueso. Echaron muuuuuchos puntos. Muchos. Me tuvieron que administrar más anestesia local en el dedo, pues era muy, muy doloroso.

Recuerdo perfectamente el acento del cirujano que me cosió el dedo: era madrileño o de por ahí. Me dijo que ninguna caída era inteligente (pues casi todas cuyas consecuencias trataba eran denominadas "tontas" por los pacientes). Un encanto de chaval. Mi agradecimiento siempre.

Recuerdo perfectamente el sonido de la caída, el golpe seco en el suelo. El frenazo del coche que venía detrás de mí.

Varios peatones y conductores se bajaron para auxiliarme y tranquilizarme.

Tengo muchos recuerdos de esas primeras horas y esa primera noche de confusión, miedo, rabia, llantos, ...

La señora que se me acercó a preguntarme cómo estaba y me hizo el favor de marcarme en mi teléfono el móvil de mi mujer, para que escuchase de mi voz lo que había pasado, para informarla y, a la vez, tranquilizarla...

Las caras de la gente que me miraban desde mis pies y, viendo cómo tenía abierto el dedo, no me llevaban la contraria cuando les decía que lo del pie no debía ser nada. Y me decían que claro... Con la cara blanca... ¡¡!!

El policía local que me hizo la prueba de alcoholemia (0), a pesar de que le dije que no bebí nada de alcohol, pero que lo hacía porque ese era su trabajo.

A la conductora que pasaba por allí, neuróloga, que se bajó, voluntariamente, de su coche, para hacerme un mini reconocimiento en directo de mi nuca, que iba a determinar ( y gracias a Dios, determinó que no) si tenía o no lesión medular (y para/tetraplejia previsible).

Al asistente de ambulancias que me puso el collarín y me dijo que el casco estaba roto por dentro... ¡¡!!

A mi mujer, llegando al show que se montó allí.

Ese camino eterno, en la ambulancia, con el collarín puesto. Llorando y lamentándome. Solo, en la ambulancia. Fue duro ese camino. Muy duro para mí.

Recuerdo muchas cosas.

Recuerdo a esa señora con la cabeza medio ida y a la que me empeñé en ayudar, ya esperando a mis TACs y demás, a que fuese contactada por su hijo para que viniese a urgencias ayudarle y acompañarle.

Y a esa joven preocupadísima por su madre, que se había caído, escaleras abajo, en su casa, y se había fracturado el cráneo, provocándole una pérdida tajante y parcial de visión y audición. Rota, llorando en soledad, sin nadie que le consolara, le alentamos mi mujer y yo. Le dijimos que confiara. En Dios, en los médicos.

Recuerdo tantas cosas.

De esa tarde.

Del día siguiente.

De esa semana y de ese mes.

De ese verano.

De todo este año que, como digo, ha visto llegar estos nubarrones.

Hoy no me quiero detener en más cosas en concreto, pero tengo muchas... Muchas.

Mi estado anímico está mejor.

Mi hombro, también está mejor.

Parece que me incorporo en breve al trabajo.

Le pido a Dios, a mis vírgenes (Macarena, Auxiliadora, Rocío, Trinidad, ...) y a mis santos (Juan Bosco, Judas Tadeo, Antonio, ...) que me acompañen y empujen a que, junto con lo que yo ponga de mi parte, como debe ser, me vaya bien.

Pero sí quiero poner énfasis en una cosa: habré perdido en muchas cosas. Pero he ganado en otras tantas.

He podido observar y darme cuenta de cosas muy valiosas que tengo y tenía. Y que no tengo ya.

He podido ver quién me quiere y quién no. Quién me aprecia y quién no.

Ya no le río la gracia a todo el mundo.

Ahora le bailo el agua a menos gente que antes.

Creo acercarme más a saber qué me gusta y qué no.

Otro cantar será aprender a ser fuerte y ser capaz a descartar las cosas que no sean buenas para mí y mi entorno y a abrazar las que sí.

He de seguir aprendiendo... Me queda mucho...

Muchas cosas de las que espero pase menos de un año sin que las escriba por aquí.

En fin, Las Cosas...

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