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Mis gafas de agua

No sé si soy el más adecuado para dar lecciones de optimismo, pero he de reconocer que tengo momentos de alegría contagiosa que percibo en los receptores. Virtud por su existencia o defecto por su escasez, están ahí, y de ellos quiero disfrutar.
Lo mismo me pasa con el optimismo: viene, va, me arrolla, me abandona despiadadamente… Según le da; o según le dejo, digo yo.
El caso es que este verano he podido asistir a varias materializaciones de refranes españoles de esos tan sabios con que los ibéricos contamos. Uno de ellos ha sido el que reza “Quien busca encuentra”.
Estaba en Manta Rota, una bonita playa de mi segunda patria, Portugal; mi niña, que sólo soporta el sumergirse de su cuerpo hasta los talones en el mar, haciendo castillitos de arena, bajo la sobrilla del Lidl. Mi mujer, cual pétrea mora, echándole un pulso al sol, a ver quién aguantaba más. Y yo, con mis gafas de agua (de natación), haciendo de mi largísimo baño una suerte de snorkelling cutre, a pulmón, pero que me encanta en playas de aguas tan limpias y cristalinas como aquél día estaban allí.
No me quería salir; los dedos se me estaban arrugando, y ya había inspeccionado el fondo de los alrededores. Ya estaba bien, pero no me quería salir, no.
Suerte que vi a un chico de alrededor de 30 años haciendo lo mismo que yo, pero sin gafas; le veía agobiadete.
Sin pensarlo, me acerqué y le dije que si le pasaba algo: había perdido un anillo, plateado, con una araña negra. “Te lo busco”, le dije. “Anda ya, hombre… ¡¡Va a ser imposible!!”
Busqué, busqué; buceé, buceé…
10 minutos y el anillito estaba allí, en el fondito de Manta Rota, esperándome a mí.
Como los de Mastercard dirían, ver la cara del chaval cuando me vio acercarme a su sombrilla, como Raúl, el del Madrid, con el índice señalando al cielo, con su anillito de la araña en él, y cuando le susurré a su oído “Señor, su anillo”… No tiene precio.
Busqué y encontré.
Ganas era lo que tenía que ponerle.
Sólo deseo que, en este nuevo “curso” que ya he empezado, sea capaz de encontrar decenas de anillos con arañitas, cuajados en éxitos familiares y personales, profesionales, paternales y fraternales, de salud, de amistad, de diversión, de aprendizaje, de madurez.
Los estoy buscando; desde hace muchos años.
Me está costando trabajito encontrarlos… Mucho trabajito.
Pero no me voy a quitar mis gafas de agua.
Ningún capullo va a conseguir quitármelas, cualquiera que sea su intención, chaqueta o careta.
Ya me encargaré de que los anillos vayan apareciendo, aunque sea poco a poco.
Sólo por encontrar uno de esos anillos merece la pena mucho esfuerzo.
Me quedo con mis gafas, y me sumerjo en mi playa… En mi vida…
En fin, Las Cosas…

2 comentarios:

  1. Sigue buscando anillos; da igual lo que te digan o cómo te vean. No hay nada que provoque más felicidad que entregar anillos a los demás cuando éstos los han dado por perdidos.

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  2. Genial ;)

    Daniel Pérez Galisteo

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