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Sex on the beach

Se pasó todo el día agitada.

Se tomó casi como un trabajo el transmitir aquella sensación que sentía de libertad y placer al estar en esos pocos kilómetros cuadrados.

El día antes ni surfeó.

Optó por emborracharse de sol, sal y sexo.

Hoy, con el cutis aún más brillante y la sonrisa todavía más deslumbrante, estaba allí, en aquella vieja fortaleza, mostrando que la vida puede ser más bella.

Sólo quería que se viese el paisaje de detrás. Lo demás le importaba poco.

La entrevista, de poco más de 15 minutos, giró en torno a tal o cuál campeonato, a esta o aquella green room, a tal o cual mito americano...

Cumplió y, tras decir, dulce y frescamente, "obrigada", se levantó a buscarle.

Él, que salió por error en la foto, al saludarle, con la mano, al llegar, le esperaba allí, con su caravana aparcada a 10 metros del idílico "plató".

Se montaron y se fueron a 15 minutos de allí, a cualquier recoveco de aquella onírica costa bañado por cristal líquido.

Sólo necesitaban una nevera llena de miniSAGRES y mucho hielo, sus RipCurl de suelas gastadas ya y sus cuerpos.

La vida les sonreía.

Portugal ayudaba.

En fin, Las Cosas...

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